
Pequeña y dulce María,
princesa mía,
sin pecado concebida,
estrella de mis días
y desde niña la mas
perfecta profecía.
Ilumina esta vida mía,
a veces enceguecida,
sin ansias ni dicha
y totalmente empobrecida.
Hazme, pequeña María,
luz en estos días
y resplandor en la oscuridad
del alma mía.
Hazme niño,
pequeñito y dulcísimo
para que el Buen Dios escriba
lo que ha querido de esta vida,
para su gloria
y como verdad
que ilumina.
Amén